Profecías del cielo y el infierno. Ensayo sobre la Divina Comedia de Dante Alighieri

por Tatiana Escobar


INFERNO
 
Todo lo que vimos era debido a tu metáfora,
Ya que cuando huiste me encontraste en un banco
Al claro de luna escuchando a un arpista.
Pero ahora que hemos visto mi eterno destino,
¿Te mostraré el tuyo?[1]
           
 Algo se me rompía en el cuello cuando él se acercaba a mí. Algo se me apuraba en el centro y me llenaba la boca de espinas, dejándome muda. Un día, sin saber su nombre, le inventé uno y lo llamé: Dante. Era mi alegría, mi secreto; era belleza y espanto, lo bueno y lo malo; la única razón por la que buscaría un poema ajeno y lo dedicaría durante largas horas de la noche; la única razón por la que moriría para ver su rostro embellecido por los años. Sin embargo, un día de invierno, se presentó ante mí.

            Fue durante una vigilia de confirmación (a mis 16 años), que oí hablar por primera vez de Dante Alighieri. Un compañero leía La Divina Comedia y, a medida que íbamos avanzando por las 14 estaciones del Viacrucis, él me iba hablando sobre los círculos de Dante. De esta manera, nuestra especie de “viaje”, se vio acompañado por el viaje de Dante, hasta que la tentación de lo infernal, fue bañando la “verdad absoluta” que nos ofrecía la fe católica en ese entonces.

            Es así como La Divina Comedia de Dante Alighieri se mostró en mi adolescencia deslumbrante y misteriosa, y es ahora que reaparece desnuda, desquiciada y abismante. Solo hay un aspecto que no ha cambiado con los años, y ese es su capacidad de reinterpretarse y actualizarse conforme a la época en la que se le estudie. Pero, ¿por qué La Divina Comedia tiene la capacidad de articularse a la contemporaneidad? ¿Qué elementos hacen que este texto no pierda su vigencia? ¿El texto es una revelación o una obra de arte poética? Algunas de estas preguntas se generan a partir del aspecto profético que tiene Dante con respecto a su época y las apreciaciones que él entrega sobre el juicio divino. 

            Por lo tanto, la finalidad de estas preguntas estará enmarcada en un formato de ensayo y tendrá por objetivo problematizar el texto y aventurarse a responder algunas preguntas utilizando diversos referentes.

Este ensayo cuenta con dos partes fundamentales. La primera, hace referencia a La Divina Comedia pensada como un texto de escritura profética que refleja la comprensión que Dante tiene del mundo y al que caracteriza por contenerlo todo, la historia humana, la historia literaria, la historia mundial. Todas estas características, desde la experiencia visionaria de Hildegard Von Bingen y el análisis de María Eugenia Góngora. La segunda y última parte, hace referencia a la obra de William Blake, “Matrimonio del cielo y el infierno”, en concordancia con la imagen Dantesca del cielo y el infierno, además de los aspectos artísticos y experienciales que asemejan a Alighieri y a Blake.

            Todos estos elementos teóricos serán aplicados a La Divina Comedia para demostrar que: Dante Alighieri no solo se adelanta a su época, sino que representa la imagen latente de la conciencia del hombre actual. El texto no solo es un objeto artístico, sino también es un objeto profético que simboliza una especie de “oráculo” de la subjetividad moderna del hombre. Esta se construye desde la interioridad y genera los límites entre el infierno y el paraíso a partir de la búsqueda del hombre consigo mismo, por lo tanto, “La Divina Comedia” es la corporalidad literaria del estado interno del hombre moderno.

           
                      

   SU REALISMO O  SURREALISMO

   Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; 
 porque el primer cielo y la primera tierra pasaron,
 y el mar ya no existía más. 
Apocalipsis 21, 1

            La Divina Comedia, dentro de toda su belleza, propone una mirada no solo estética del texto, sino también de múltiples significados e interpretaciones. Con respecto a las interpretaciones, cabe preguntarse si Dante entiende las dinámicas del texto desde una realidad creada por él y que habita en el mundo de las ideas de Dante (su propia realidad)  o una realidad literaria-fantástica, que solo queda en el ámbito de la ficción y representando como un sueño (surrealismo) el mundo de Dante.

            Desde esta perspectiva, no se puede crear una “sentencia” en la obra de Dante hasta no interiorizarse por completo en el texto, es decir, traspasar el nivel literal para instalarse en el nivel alegórico del texto. Lo literal está propuesto desde los hechos o acontecimientos narrados por Dante, entendidos en su significado más directo e inmediato. En este caso, Dante, a la mitad de su vida (como él mismo menciona), a los 35 años se encuentra extraviado a la salida de una selva oscura. Posteriormente, Dante comienza un viaje o una “peregrinación” a los reinos de ultratumba (infierno, purgatorio y paraíso). Este viaje, no obstante, es ficticio de principio a fin. Sin embargo, a pesar de ser un viaje ficticio, los diversos acontecimientos que vive Dante a lo largo de la narración tienen un significado más profundo de que lo que literalmente se entiende. Es así como el nivel alegórico propicia una interpretación más inquirida del texto que se interpreta como lo verdadero. Se entiende entonces, que el nivel alegórico tiene relación con el “decir una cosa que, a su vez, significa otra”. Por lo tanto, en La Divina Comedia existe una alegoría de una vivencia de conversión y una certeza de salvación de Dante, aspecto paradigmático desde el punto de vista de las conversiones y salvaciones de la cristiandad.

            Al tener claro estos dos niveles (literal y alegórico), nace un nuevo cuestionamiento sobre La Divina Comedia. Si este texto es una alegoría de la conversión y la salvación, entonces ¿Dante se está planteando a sí mismo como un visionario o como un profeta? ¿El texto es una “visión” de Dante? La primera pregunta puede ser analizada desde la analogía con otros visionarios de la historia. Una de ellas es Santa Hildegard Von Bingen quien desde muy joven empezó a tener visiones, descritas por ella misma como una gran luz en la que se le presentaban imágenes, colores y formas acompañadas de una voz que le explicaba sus visiones y a veces de música. Posteriormente, la Iglesia le ordenó que todas las visiones que tuviera las registrara lo cual propició su primer libro llamado: Conoce los Caminos.

            Desde esta mirada, el visionario es un portador de un mensaje y con el que se pueden determinar dos categorías: el visionario como un canal, el que recibe y transmite el mensaje (el caso de Hildegard Von Bingen) y el visionario conductor, el que propone una guía para la gente. Dante, en este caso, no entra en ninguna de estas categorías ya que ante todo Dante es un poeta. Si bien las visiones se reinterpretan en el tiempo y se pueden relatar, el aspecto de la imagen poética literaria planteada por Dante supera la perspectiva de un visionario. 

            Otro aspecto del fenómeno visionario es que se adscriba a dos posturas de la “visión”:o bien se acepta como una experiencia extraordinaria, o bien se niega su realidad literal para destacar su valor estratégico y didáctico[2] . En el caso de Hildegard Von Bingen, se puede destacar que sus “visiones” contienen ambas posturas dentro de este fenómeno. No obstante, La Divina Comedia que se veía alejada del fenómeno visionario, comienza a percibirse como un texto que destaca en su nivel alegórico (antes mencionado), por lo tanto, su valor estratégico y didáctico adquiere importancia desde esta postura, pero aún así, el texto tampoco niega su realidad literal.

            También existe un aspecto en el que puede suceder la “visión” y su relación con la escritura, a partir de la relación entre la visión y la vida.  “La escritura sucede en un lugar apartado. El aislamiento del visionario en la escritura se muestra ejemplarmente a una miniatura del Apocalipsis[3]. Desde este aspecto, la escritura en Dante se muestra similar a la escritura de un visionario, en el destierro, apartado y ejemplificada en La Divina Comedia con el caos (infierno), la purificación (purgatorio) y  la felicidad (paraíso), características apocalípticas. Esta semejanza comienza a adquirir sentido al retomar el nivel alegórico que proporciona el texto de Dante, pero ¿por qué esta alegoría contiene en su narración al infierno como un reino de ultratumba fundamental para llegar al paraíso? 

            Si se estudia el texto de Hildegard Von Bingen, se puede apreciar que las visiones que ella menciona no son imágenes desde el mal o desde lo infernal, al contrario, se encuentran visiones que llaman a la pureza, a la voluntad de Dios y al amor que esta le profesa. No obstante, Dante nuevamente se emancipa de la mirada visionaria al integrar el infierno como parte imprescindible para el proceso de salvación.

El infierno en La Divina Comedia representa el mal, el rechazo de las virtudes, el lugar de los pecados y la negación de Dios. Dante necesita pasar por el infierno para llegar al paraíso porque necesita ver el mal para diferenciarlo del bien. En este sentido, la ambivalencia cobra suma importancia ya que La Divina Comedia no tendría un significado trascendental si Dante no pasara por ambos reinos. Lo malo es algo inherente al ser humano, viene acompañado de lo bueno, pero es el hombre quien debe decidir cuál va a privilegiar. La misma Biblia contiene ambos estados de bien y mal para poder sustentarse:

“Dijo: ¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor? Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por algún tiempo. E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quien le condujese de la mano. Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor.”
Los Hechos 13, 11

            La Biblia siempre ha planteado el bien basándose en la figura del mal, de esta manera al “creyente” le será más fácil identificar el uno del otro. En el fragmento anterior se puede advertir que el hombre, solo después de ver la maldad de otro y cómo este se desvía del “recto camino”, comienza a ver el poder de Dios. ¿Cómo reconoceríamos el bien si supuestamente no conocemos el mal? 

La obra de Dante, desde esta mirada,  adquiere un valor universal y monumental en el planteamiento de los tres estadios: infierno, purgatorio y paraíso. El infierno entonces, representa el reconocimiento del humano consigo mismo, sus fallas y, por consiguiente,  también la pérdida del amor. Este último aparecerá en el purgatorio y en el paraíso para demostrar que el amor (en este caso, Beatriz) es la salvación y que el recorrido hacia el infierno, era parte fundamental de su viaje para lograr el máximo aprendizaje espiritual.

           En consecuencia, La Divina Comedia difiere de las visiones no solo por la lejanía en el planteamiento de su nivel alegórico, sino por su calidad poética literaria, por la capacidad imaginativa, por su profundidad filosófica, teológica y científica. Estas características, según Joaquín Barceló, superan a la literatura ficcionaria de la Edad Media ya que Dante, corporiza las figuras de conversión espirituales para conducir a la salvación del autor-protagonista.  Ya no se muestra a un autor que integra a su obra a un protagonista ficticio, sino que es un autor que se utiliza a sí mismo para narrar, en primera persona, el texto; así también como incluir a su amor de juventud (Bice / Beatriz) y a su poeta inspirador, Virgilio. Por lo tanto, Dante deja de ser un narrador impersonal y ajeno al relato, sino que alude a su propia vida, sus acontecimientos y circunstancias personales. 

De esta manera, no se puede sentenciar a La Divina Comedia como una “visión”, la obra de Dante está más allá de ello, donde el proceso sobrenatural de la salvación del alma de un héroe (Dante), consta de su propia confesión por sus faltas y la declaración de sus propias virtudes, lo que enaltece aún más la figura de Dante como personaje, poeta e individuo.

Ahora bien, se ha argumentado que La Divina Comedia está mucho más allá de la escritura visionaria y que está lejos de ser un sueño revelado a Dante. Dicho de otra manera, el concepto de escritura visionaria, que durante este ensayo se le ha tratado de adjuntar a Dante, también es llamada: escritura de revelación, que se presenta como el testimonio de un sueño. “La experiencia visionaria está necesariamente relacionada, en primer lugar, con el sueño o con el éxtasis[4]. En concreto, la potencia en las imágenes que Dante utiliza es un símbolo que puede representar una experiencia visionaria real, ahora bien, Hildegard Von Bingen también posee esta potencia en las imágenes que representan algo en la realidad, pero que sin embargo, están escritas desde el género epistolar, lo que no es aplicable al texto de Dante. 

Entonces, ¿sería ingenuo pensar que La Divina Comedia se creó una vez que Dante la soñara? Según mi apreciación, las imágenes y las alegorías que allí aparecen suelen considerarse (en su primera lectura) un sueño del autor, el cual despertará una vez que llegue al paraíso. Se puede apreciar la existencia de otra realidad (que aún no es comprobable) y una aportación de nuevas técnicas de composición, características inmersas en los conceptos del surrealismo. Sin embargo, la obra de Dante no cuenta con el eje trascendental del surrealismo: el abandono total de la conciencia y de la razón. 

La realidad literaria-fantástica que plantea Dante, se instala en la ficción del relato (un viaje que el autor no hizo en la realidad), pero que no significa abandonar la razón para darle paso al mundo del inconsciente. Esto se ve demostrado en la lucidez de Dante al situar en el texto a personajes conocidos por los lectores de su época y que, de alguna manera, fueron parte de su trabajo como poeta. Es más, la racionalidad de Dante abre paso al concepto de “figura consumada” planteado por Erich Auerbach en su libro Mímesis; en este texto se puede observar que la “figura consumada” aparece en La Divina Comedia en el lugar donde se hallan los muertos, coherentemente el juicio divino está perfectamente actualizado con la vida terrenal que los personajes tuvieron, es decir, el más allá del hombre se encuentra en un estado eterno, que va más allá del tiempo y que es la suma de todas las acciones terrenales. Por tanto, se puede observar en Dante un realismo figural que se sitúa al final del tiempo, lo que le otorga un carácter profético.

Un ejemplo titánico de esta “figura consumada” en Dante, es la aparición de Ulises en el canto XXVI de La Divina Comedia, específicamente en el octavo círculo (“Los Fraudulentos”) y en la octava fosa donde están los malos consejeros convertidos en llamas, donde Ulises cuenta lo que fue de él una vez que llegó a su tierra después de las aventuras presentadas en La Odisea de Homero:

“(…) ni las dulzuras paternales ni la piedad debida a un padre anciano ni el amor mutuo que debía hacer dichosa a Penélope, pudieron vencer el ardiente deseo que yo tuve de conocer el mundo, los vicios y las virtudes de los humanos, sino que me lancé por el abierto mar solo con un navío y con los pocos compañeros que nunca me abandonaron.”[5]

Con este texto, se puede apreciar a un Ulises que encontró su vida aburrida y que comienza a sentir nostalgia de la aventura, necesitaba salir de nuevo. Ulises reunió a su tripulación para volver a embarcarse donde, posteriormente navegaron por el mediterráneo, hasta la desembocadura del atlántico, hacia las columnas de Hércules (también denominada: Estrecho de Gibraltar). Ese era el límite del mundo, el Non plus ultra que pone Hércules para que nadie más (aparte de él) llegase ahí. No obstante, Ulises decide pasar ese límite, fue atrevido, fue titánico. Luego, llegaron a una isla que tiene una montaña (que podría entenderse como la isla del Purgatorio de Dante). Ahí, el mar ataca a Ulises y muere. 

También se podría deducir con esto que Dante pone a Ulises dentro de su obra para legitimar su propio viaje, en el que se aprecian los contrastes de cada historia y donde ambos se muestran viajando hacia más allá de los límites de lo conocido. Dante va más allá, así como el Ulises que él mismo nos presenta. Ulises sale a viajar por el mundo otra vez. En él está el viaje de toda la humanidad y la esperanza de encontrar lo divino que esta por dentro. Entendiendo con esto que: “la figura supera la consumación, o por mejor dicho: la consumación sirve para hacer resaltar con mayor eficacia la figura”. [6]

Por consiguiente, la importancia innegable de la “figura consumada” en la obra de Dante determina la lucidez y la racionalidad expuesta por este autor. Por tanto, el inconsciente está lejos de ser un pilar fundamental en la obra de Dante, en donde el surrealismo no completa las certezas del autor y mucho menos el nivel literario y el nivel alegórico de La Divina Comedia. Por lo que se puede afirmar que Dante, no solo crea un texto místico, donde emerge una realidad literaria alegórica y titánica, sino que también se crea un texto con voz propia, donde se mezclan elementos de la realidad con elementos de la ficción que, desde mi perspectiva como lectora,  son parte inherentes de la creación de Dante en su realismo poético: difícil de imitar, imposible de igualar.


                                               PARADISO

“Sombras de Profecía tiemblan junto a los lagos y los ríos y murmuran a través del océano: ¡Francia, derriba tu mazmorra!
¡Dorada España, revienta las barreras de la vieja Roma!
Tira tus llaves, ¡Oh, Roma!, que caigan al abismo, que caigan incluso al abismo de la eternidad.
Y llora y somete tus venerables candados…”[7]

Existen dos poetas que se unen por la misma profecía, esta está concebida en el cielo y en el infierno. Los poetas, Dante Alighieri y William Blake, si bien se ubican en épocas distintas, tienen una relación trascendental el uno con el otro.  

Como ya se mencionó, Dante no se instala desde la postura de la escritura visionaria, sino que tiene una escritura propia, intuitiva y adivinatoria, la que se denominará: escritura profética. Este tipo de escritura se sitúa desde lo eterno (“figura consumada”) y lo adivinatorio, donde Dante es el profeta.

            Con esta escritura, Dante le otorgará a La Divina Comedia diversos momentos en los que el autor se auto-profetiza. Como por ejemplo, su encuentro en el paraíso con Cacciaguida:

“(…) tú abandonarás todas las cosas que entrañablemente amas, que es éste el primer dardo que lanza el arco del destierro. Tú probarás cuán amargo es el pan ajeno, y cuán duro camino el que conduce a subir y bajar la escalera extraña”[8]. En este texto, su tatarabuelo le predice al poeta su destierro de Florencia, por lo que se entiende que el propio Dante se hace profetizar por su antepasado.

            La cualidad profética, seguramente Dante la recoge de su poeta admirado, Virgilio, que en el Canto XVII de La Eneida profetiza a Eneas:  “(…) ¡Mira cómo se adelanta Marcelo, cargado de despojos opimos, y cómo, vencedor, se levanta por encima de todos los héroes! Ése sostendrá algún día la fortuna de Roma (…) ¡Oh, mancebo digno de eterno llanto!, si logras vencer el rigor de los hados, tú serás Marcelo…”[9]

Este encuentro de Eneas con su padre Anquises, muestra la urgencia que tiene Virgilio por volver a la Edad de Oro. Más allá de parecer que el poeta hace una especie de “propaganda” imperial, en el texto se puede apreciar a un Virgilio humanitario, pacifista, un profeta del cristianismo a favor del imperio y que instala en el personaje de Eneas, un nuevo fundador de Roma.

Virgilio, no es solo la inspiración poética de Dante, sino que  lo hace parte de la alegoría en La Divina Comedia, siendo parte de los tres guías que acompañan el recorrido de Dante hacia la salvación (Virgilio, Beatriz y San Bernardo). Estos guías también simbolizan “la trinidad divina y de la encarnación que constituyen para el cristianismo el fin último de la vida y la más alta meta de toda posible aspiración humana[10]”. Es decir, Dante corporiza a Virgilio, dada su admiración por él y la similitud con las creencias del poeta. Así como Virgilio crea una poesía centrada en la eternidad, Dante también toma este tema, pero como una necesidad continua del hombre para aplicarla en sus actos.  

No obstante, la similitud entre ambos tiene lugar con las labores políticas que, tanto Dante como Virgilio, tuvieron en Italia. Virgilio, fue heraldo del Imperio Romano, donde este poeta es rotundo al hablar de la iglesia cristiana y en el sacro Imperio Romano como la voluntad de Dios en la Tierra. Y, también,  por el viaje infernal que Virgilio describe en su obra La Eneida. Como se evidenció en la cita anterior, Eneas (Libro VI) viaja al infierno con Sibila de Cumas a ver a su padre Anquises, el cual le explica el origen del mundo, los misterios de “la otra vida” y le revela que su destino es ser el nuevo fundador y salvador de Roma.

Por su parte, Dante fue miembro del Consejo del Pueblo, del Consejo de los Cien y embajador de la República en San Gimignano, esta incursión política le acarrearía como consecuencia el exilio. En esta época Italia está dividida y Florencia es carente de justicia. Dante ve a Enrique VII como única esperanza ya que los ciudadanos habían caído en pecado para Dante (ciudadanos codiciosos) y la política había sido contaminada por los intereses particulares de los partidos. Es por esto que en el canto XVII del paraíso, Cacciaguida le habla a Dante de la importancia de que registre lo que ha vivido como una enseñanza para sus propios conciudadanos que se han “desviado del camino”, donde la figura de Enrique VII será de vital importancia para esa lección: 

(…) antes de que el Gascón engañe al gran Enrique, brillarán los destellos de su virtud en su desprecio al dinero y a las fatigas. (…) Espera en él y en sus beneficios; por él muchos hombres serán transformados, y los ricos y los pobres cambiarán de condición. (…) No quiero, sin embargo, que odies a tus conciudadanos…”[11]. En este caso, Dante le otorga a Enrique VII su destino y que, al igual que Eneas, será el salvar a la Italia dividida y corrupta.

Ahora bien, se muestra a un Dante admirador de Virgilio y similar en  historia política, pero ¿Existe algún poeta que utilice la dinámica de la admiración para referirse a Dante y su obra? Efectivamente, la admiración del poeta William Blake hacia el poeta Dante Alighieri se ve reflejada en dos partes fundamentales de su obra artística. 

William Blake, aparte de ser poeta, también era pintor y grabador. Dentro de estas facultades Blake utiliza ambas destrezas artísticas para conmemorar a Dante. Utilizando la técnica del grabado, Blake inmortaliza ciertos pasajes de La Divina Comedia, le otorga un rostro a Beatriz, Virgilio y hasta al propio Dante, entre otros. Desde la mirada poética, Blake toma los dos viajes cruciales en Dante (infierno y paraíso) para crear su propio viaje hacia el cielo y el infierno, pero esta vez no corporizado por un personaje, sino un viaje hacia el interior de Blake, hacia su voz interna, es decir, toma la idea del viaje (pasando por los dos reinos) pero desde las emociones y sensaciones del poeta, un aspecto que también lo hace alegórico como en la obra de Dante, una alegoría al cielo como lugar de paz, amor e inocencia (Cantos de Inocencia) y el infierno como un lugar de furia, de rudeza, de aprendizaje y experiencia (Cantos de Experiencia). Ambas alegorías se ven concretadas en el texto Matrimonio del cielo y el infierno, en el que Blake entiende el infierno desde el mismo lugar que Dante, necesario para reconocer el bien, por lo tanto, un texto que plantea la ambivalencia de su nivel alegórico apocalíptico.

Sin embargo, Blake se caracterizó por tener visiones desde su niñez, a diferencia de Dante. Una de sus primeras visiones fue haber visto un coro de ángeles en su jardín y que asistió al funeral de un hada que yacía en el pétalo de una rosa. Parte de estas visiones, Blake las integra de manera poética y nostálgica en el Matrimonio del cielo y el infierno, específicamente en los Cantos de experiencia

Fui al Jardín del Amor,
Y vi lo que nunca había visto:
En el medio habían construido una Capilla,
En el prado donde yo solía jugar…”[12]

Blake, inspiró su obra en las visiones místico-proféticas, y en las que siempre defendió la imaginación frente a la razón, pues consideraba que las formas ideales debían construirse no a partir de la observación de la naturaleza, sino de las visiones interiores. Desde esta perspectiva, la obra de Blake se construye sobre parámetros distintos a los de Dante, donde las visiones en Dante no adquieren tal importancia.

No obstante, Blake y Dante nuevamente se asemejan en dos puntos relevantes, la inmortalización de lo amado y las profecías de la subjetividad del hombre actual. 

           La inmortalización que Blake hace de Catherine, su esposa, es a partir de un último retrato que él hace, momentos antes de fallecer. Para Blake, Kate (como llamaba a su esposa) fue una especie de ángel en su vida que lo acompañó en todo momento. Para Dante, Beatriz fue la mujer que lo hizo conocer el amor desde la eternidad. Ella murió muy joven, a los 24 años y Dante se desesperó, por esto emprendió dos iniciativas de fundamental importancia: escribió “la nueva vida”, y después se entregó al estudio de la filosofía. 

(…) apareció por vez primera ante mis ojos la gloriosa dama de mis pensamientos, a quien muchos llamaban Beatriz, en la ignorancia de cuál era su nombre (…) Yo, pueril, andábame a buscarla y la veía con aparecer tan digno y tan noble que ciertamente podíansele aplicar aquellas palabras del poeta Homero: «No parecía hija de hombre mortal, sino de un dios.»)[13]

            Ambos poetas, inmortalizan la figura de su amada utilizando un objeto artístico. Por lo que se da a entender la importancia de ellas en la vida de ambos poetas y lo significativo de su imagen elevada a lo artístico.
           
            El último punto, y para mí el más trascendental, es el aspecto profético de ambos poetas. Tanto Dante como Blake, instalan la ambivalencia de cielo y el infierno como la imagen que se irá fortaleciendo en la vida del hombre actual. Es decir, Dante no solo se auto-profetiza en su obra La Divina Comedia, sino que instala el paradigma del bien y el mal como un estado interno del cual el hombre moderno no puede escapar. Blake, por su parte instala el cielo y el infierno para ir aún más allá, para provocar una sensación de que sin contrarios no hay progreso. Conscientes de esta división queda revelada la condición humana al decreto de los eternos (cielo e infierno), por lo que Blake ubica a los eternos frente a frente en un espejo. Este espejo mostrará el estado (el cómo) y percepción (el qué), razón y energía, carne y espíritu del hombre.


            Por lo tanto, Dante y Blake instalarán su obra en nuestro cotidiano para transformarse en una especie de “oráculo” de la subjetividad moderna del hombre, en donde este se cuestiona a sí mismo y se juzga. Se mira de frente a un espejo interno que le muestra quién es, no obstante, este hombre moderno intenta escapar a su propia figura y emprende un viaje inevitable hacia el infierno (su realidad cotidiana) y hacia el cielo (su búsqueda persistente de la salvación de sí mismo).

           
            En ambos textos se encuentra la profecía del hombre en su futuro (nuestra actualidad), la inocencia frente a la experiencia, y la salvación que, al parecer, nunca llega. Sin embargo, va a resultar ingenio de mi parte negarle a Dante (no así a Blake, porque este ya los posee) uno de los aspectos generosos y vitales de la escritura visionaria en donde “La imagen del texto mediatiza la transición del lector desde la percepción de la página escrita e ilustrada hacia el ámbito del pensamiento y de las ideas, de la memoria y de sus asociaciones”[14]. Por lo que, Dante, además de concedernos una obra de arte magistral, con aspectos híbridos entre visiones y profecías, literalidades y alegorías, nos agracia con un texto que representa la conciencia del hombre actual transformando a La Divina Comedia en la corporalidad literaria poética del estado interno del hombre moderno.



BIBLIOGRAFÍA

  •   Alighieri, Dante: “La Divina Comedia” (Tomo 1 y 2). Editorial Ercilla. Santiago de Chile. 1985.
  •  Alighieri, Dante: “La Nueva Vida”. Versión Digital (www.elaleph.com), 1999.
  •   Auerbach, Erich: “Mímesis. La representación de la realidad en la Literatura Occidental”. Fondo de Cultura Económica. México. 1996.
  •   Barceló, Joaquín: Para leer la Divina Comedia”. Editorial Biblioteca Americana Universidad Andrés Bello. Visor Libros. Santiago de Chile. 2003.
  •   Blake, William: Matrimonio del cielo y el infierno. Cantos de inocencia,  Cantos de experiencia”. Visor Libros. Madrid. 2003.
  •   Cirlot, Victoria: "Hildegard von Bingen y Juan de Patmos: la experiencia visionaria en el siglo XII", en Revista Chilena de Literatura 63, noviembre 2003. pp. 109-129.
  •   Góngora, María Eugenia: “Escritura e imagen visionaria en el Liber divinorum operum de Hildegard de Bingen” en Teología y Vida, vol. XLVI, Nº 3, III Trimestre, pp. 374-388.
  •  Virgilio: “La Eneida”. Santiago, Chile: Editorial Ercilla. 1985.
  •  Von Bingen, Hildegard: “Scivias: Conoce los Caminos”. Madrid: Editorial Trotta. 1999.
  • La Biblia, versión popular. Segunda edición. Sociedades Bíblicas Unidas. Madrid. 1984. 




[1] Blake, William: Matrimonio del cielo y del infierno (Una visión memorable). Editorial Visor Libros. Madrid, 2003. P. 63
[2] Cirlot, Victoria: "Hildegard von Bingen y Juan de Patmos: la experiencia visionaria en el siglo XII", en Revista Chilena de Literatura 63, noviembre 2003. P 109.
[3] Op. Cit. P 116.
[4] Góngora, María Eugenia: “Escritura e imagen visionaria en el Liber divinorum operum de Hildegard de Bingen” en Teología y Vida, vol. XLVI, Nº 3, III Trimestre, p. 376.
[5] Alighieri, Dante: La Divina Comedia. Santiago, Editorial Ercilla. Tomo I, canto XXVI, P 89.
[6] Auerbach, Erich: “Mímesis. La representación de la realidad en la Literatura Occidental”. Fondo de Cultura Económica. México. 1996. P 190.

[7] Blake, William: Matrimonio del cielo y del infierno (Una Canción de Libertad). Editorial Visor Libros. Madrid, 2003. P. 75.
[8] Alighieri, Dante: La Divina Comedia. Santiago, Editorial Ercilla. Tomo II, El Paraíso, canto XVII, P 113.

[9] Virgilio: La Eneida. Santiago, Chile: Editorial Ercilla. 1985. Libro VI, P 100
[10] Barceló, Joaquín: Para leer la Divina Comedia. Editorial Biblioteca Americana. Santiago. 2003. P 39.
[11] Alighieri, Dante: La Divina Comedia. Santiago, Editorial Ercilla. Tomo II, El Paraíso, canto XVII.
PP 113-114.
[12] Blake, William: Matrimonio del cielo y del infierno (El Jardín del Amor). Editorial Visor Libros. Madrid, 2003. P. 185.
[13] Aliguieri, Dante: La Nueva Vida”. Versión Digital (www.elaleph.com), 1999. PP 3 – 4.
[14] Góngora, María Eugenia: “Escritura e imagen visionaria en el Liber divinorum operum de Hildegard de Bingen” en Teología y Vida, vol. XLVI, Nº 3, III Trimestre, P 387

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